sábado, 21 de febrero de 2015

Él y Ella, quizás Pedro y Alicia, o algún pedro y alguna alicia, dioses cada uno a su manera, hablan de sus sueños en un encuentro esporádico en la cafetería más insospechada que podían imaginar. Él leía el periódico cuando Ella entró a pedir un café para llevar. La conversación fue más o menos así:
Hoy soñé contigo.
Yo he soñado con mi Padre. Como cada noche.


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Desnudando el tiempo,
volviendo a ver el miedo,
y tu voz cortando el viento.

Voy deshaciendo mis pasos,
caminando de espaldas al Sol.

Me agarro cada noche
a la frágil incertidumbre
de esta realidad ardiendo.

Y atravieso mis recuerdos
recorriendo de nuevo el sendero
abriendo mis heridas, metiendo el dedo.

Despierto con las palmas rojas,
con clavos en los ojos,
y esta roca de Toró en la garganta.

Camino a plomo
siempre en silencio
entre algunas voces vivas,
y ya me pesa el cielo,

pensando en todos
los sueños que me robas
cuando vives, aún muerto.

Y si el pasado no es pasado,
¿no será que sí estás
no estando?

Si el pasado es
una segunda cara
de este presente raro,
¿no serán mis sueños
un nuevo Yo
que te he dado?