Y allí estaba ella, y yo. Pero ella... Menuda cara. ¡Sin aliento me deja! Y ese temblor en las piernas... Cómo lo echaba de menos. Silencios cómodos, de esos que pasas reproduciendo lo que le dirías si fueras un poquito más valiente. ¡Eso es! Un poquito. Un pequeño paso. Empezar. El resto sería imparable. Sería el primer latido. El primer tic que anticipara el tac. Eso es. El tac. El tac es imparable. Empezar. "Espera", diría. "Me gustas". Eso sería todo. Quitarse la tirita de golpe. Cuesta, pero hay que hacerlo. Me gustas. A ella, la de los ojos de actriz francesa. me gustas. A la de la boca de fresa. A la del sol en la sonrisa. Me gustas. El resto, Dios dirá. Le di aquel papel lleno de garabatos insinuándolo. Boca de fresa, sonrisa de luz, mirada infinita en ojos de Bardot.
(Me gustas. Mientras viajamos en el tiempo y somos niños otra vez.
El resto será silencio.
Y en el eterno momento de segundos que nos separan de la despedida.
Durante la infernal espera y demora de lo que tiene que pasar.
Mientras pasa aquello, guardaré silencio.
(Shhhhhh...)
Besaré, inocente, tus rodillas y sus heridas.
Acariciaré, con cautela, cada sueño y fantasía.
Oiré siempre tu risa.
Seré siempre rehén del silencio, y esclavo de todo lo que no supe decir.)
Me siento como un recluso que acaba de salir de la cárcel, y se pierde en la inmensa profundidad, y se aterra del aire que le rodea, y se le cruzan los pies al pensar en todo lo que le queda por caminar. Sé mi apoyo, sé la luz que espera al final del túnel. Sé el Cádiz que acogió mi tristeza y me dejó coloráo el corazón. Sé las alas que necesito para sobrevolar estos muros que me separan de la libertad. Que no es libre el que a cada amanecer no tiene una nueva sonrisa con la que despertar.
Calla, porque es grito el silencio que guardo,
y necesito más que nunca que me escuches.