¡Hoy, como el famoso Dr. Martín Lutero Rey, he tenido un sueño! Y tengo que decir que ha sido un sueño de lo más extraño, amigos. En este sueño yo formaba parte de un comando a lo "Equipo A", pero en vez de ir en una furgoneta íbamos en una especie de gigantesco cuatro por cuatro que podía ir por el mar gracias a sus enormes ruedas. En una de nuestras peligrosas y marítimas misiones teníamos un fallo que coincidía justo con un cambio de régimen político que declaraba el País en Estado de Excepción y a nosotros como enemigos públicos buscados por el ejército. Escapando por los 7 Mares nuestro vehículo encalló en una silenciosa playa seguida por un turbulento pueblo, oscuro y repleto de soldados buscándonos. Al final del pueblo, imagíno que rodeandolo, había un muro de hormigón que sabíamos que teníamos que atravesar para dejar de estar en peligro, teníamos que emigrar, que salir de ese sitio fuera como fuera, así que nos escabullimos, tuvimos un par de peleas con militares (De las que salimos victoriosos gracias a nuestras dotes de equipo). Por fin conseguimos llegar al último punto antes de llegar al muro, entre nuestro destino y nosotros había un pequeño pelotón de soldados que salían entre risas de una taberna, suponiendo que fueran más "alegres" que felices no nos resultó demasiado difícil esquivarlos y escalar el muro. Aquí empieza lo realmente bueno, cuando veo a mi compañero y veo que se ha transformado en un pequeño jabalí al estilo de Pumba (Sí, el de Timón y el susodicho). Sus pequeñas patas y su estructura física no le permitían pasar con agilidad el muro, pero lo conseguimos. Ya al otro lado del muro mi compañero volvía a ser humano, y fue allí donde nos encontramos a dos salvajes a los que apodamos, "Oqui" y "Aqui", ambos vestidos con arapos y saliendo de una especie de desagüe; "Oqui" y era el hombre y "Aqui" la mujer. Sabíamos que la vida al otro lado del muro era distinta así que íbamos preparados para todo, menos para que a mí me entrara un bajón de tensión por el que me quedaba totalmente drogado y, sobretodo, no estábamos preparados para que mi compañero se transformara en un caballo que iba de pie con gafas de sol de pasta verde. Llegamos a una casa en la que se veía bullicio, suponíamos que había una fiesta dentro, así que mi amigo, el Caballo, picó a la puerta. Salió una mujer, yo no podía mi hablar, así que le dejé todo a mi compañero, el ya citado antes Caballo.
—Hola, ¿Quienes sois?— Preguntaba la mujer sin sorprenderse por el caballo en pie, al parecer pensaba que era una persona disfrazada.
—¡Hey! Veníamos a la fiesta de los Henderson.— Era el apellido que había en el buzón.
—Oh, vaya, pasad, pasad, aunque dentro no tenemos establo.— Decía a la vez que se reía.
—No problemo.— Soltó Caballo serio y casi a cuatro patas.
Yo me quedé fuera, drogado, o algo, con la mirada perdida y una expresión de inmensa felicidad en mi cara. La anfitriona, la supuesta Sta. Henderson me preguntó si me pasaba algo, a lo que yo respondí tirandome encima de ella abrazándola para no caerme, ella lo interpretó mal y nos enrollamos. Mientras esto sucedía, mi amigo el Caballo, paseaba por la fiesta con sus gafas de sol verdes como si nada, todos se lo pasaban bien y decidió revivir una escena de la película "The Cable Guy" (En español "Un loco a domicilio") en la que Jim Carrey se recrea cantando "Won't you need somebody to love" (No recuerdo como se llama en realidad la canción) en un karaoke.
Pues bien, eso es lo último que recuerdo, antes me acordaba de más cosas aún más extrañas, pero las he ido depurando *carita triste*.
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