Cosas tremendas sin sentido,
que solo ocurren en la noche
cuando solo queda un amigo
y la magia de un roce.
Un simple cruce de miradas,
oh, pestañeo acogedor.
Reemplazando el lugar de mil palabras,
haciendonos olvidar el reloj.
Ahora me reuno con la almohada,
en ese refugio al que llamamos cama.
Bendito santuario de relajación,
ahora mismo el sueño, es mi unica religión.
(L)
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