Una espera larga y tortuosa
como la de un amanecer que nunca llega
o la de tus larguísimos pestañeos en el tiempo.
Deja las prisas para desnudarnos y reír
que ya tendremos tiempo para sufrir
y para que suenen violines,
siempre tan melancólicos, tan melódicos como siempre,
siempre llorando por su tierra, su mar, su amor
y las virtudes de otro tiempo en alza.
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