Mañana es el día.
Día de máscaras y disfraces,
y de decir a quemarropa,
siempre parapetando
nuestras oscuras intenciones.
Romeo...
Romeo se buscaba a sí mismo.
Fantasmas, almas en pena,
todos buscando amor en las esquinas,
puede que en el fondo de las botellas,
y algunos en el polvo de estrellas.
Mientras buscamos la cordura que perdimos,
buscando respuestas como locos,
se nos plantea el siguiente dilema:
¿Ser?
¿Creer?
¿Existir?
¿Renacer?
¿Vivir?
¿Morir?
Un rehén,
eso es lo que soy,
sólo rehén de mi mismo,
encadenado al pesimismo,
y condenado a desaparecer.
Lo sé, tengo una oquedad,
donde guardo los pedazos de alma,
de todas esas caídas libres,
de todos los choques
y cheques sin fondo,
y billetes sin vuelta,
y corazones rotos,
y flechas en el pecho,
y sentimientos pertrechos,
y segundos de los que avergonzarse,
y pienso: «Idiota» (así me llamo)
Perdón, «Idiota, ¿por qué no te callaste?»
Como siempre,
atado a palabras superpuestas,
que una a una tiran de las cuerdas,
y me elevan en el infinito.
Noto mi cuello romperse,
y noto la fina línea que nos une
resquebrajarse,
estirarse,
romperse,
caer,
Desaparecer.
Renacer,
revivir,
crecer
y, finalmente:
Resistir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario