Recuerdos y desacordes,
y nuestros viajes en la nevera,
nuestros golpes en la frente
y los libros de cabecera.
Todo el aire de los montes,
el olor a setas,
aquellas escapadas sin permiso
para tocarte las tetas.
Las miradas difusas y confusas,
los mofletes enrojecidos,
desear no haber dicho nada,
te despedías con un pico.
En el aire que levantabas al despedirte
se leía perfectamente "adiós"
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