que abren con sus ojos
corazones bien rotos
de tantas veces arreglados.
Hay ojos tan bellos
que reproducen el sonido de cascadas
de aquel verano en Oviedo,
del olor a castañas asadas
y el viento en las esquinas.
Hay sonrisas tan alegres
que cuando el sol reflejan
te dan los buenos días
y el regusto de la leche
y de la fruta escarchada.
Hay pieles tan suaves
que de la mayor de las obviedades
te hacen decir la más grande,
"¡Qué piel tan suave!"
"¡Qué dientes tan bonitos!"
"¡Qué ojos tan bellos!"
¡Qué viento tan repentino!
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