jueves, 5 de abril de 2012

Déjame (Vete ya).

Quiero ver la luz tras de tus ojos
y beber la esencia de tu ser;
desaparecer y estallar en mil pedazos,
escribirte y destrozar el borrador.

Quiéreme, ódiame,
pégame, pero piensa en mí.

Púdrete, lárgate de aquí,
libérame de ti.
Olvídate de mí, déjame en paz.

Déjame pensarte entre las hojas,
volver a soñar que estás;
déjame entrar en ti.
Te juro que no te voy a olvidar.

Vete ya, no te quiero ver,
no te aguanto.
Olvídate de mí, déjame en paz.

Déjame hacer volar cometas,
destrozar pájaros de arena
o masticar cristal.

Estrechame la mano estrictamente
como solías hacer;
bésame sin hacerme daño,
deslízate por los poros de mi piel.

Déjame vivir un día más en el no saber,
en esa incertidumbre, sin "dóndes" ni "por qués".

Piérdete, destierrate,
—Encuéntrame, derríteme,
despierta a las mañanas sin mí.
Despiértalas con tu luz—.
Olvídate de mí, déjame en paz.

Déjame vivir un día más junto a ti,
junto a este sabor a miel.

Déjame oler la luz que sueltas,
déjame probar la luz de tu rojo carmín.

Olvídate de mí, déjame salir;
olvídate de mí y de mi rojo carmín.
¡Vete ya, por favor!


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