sábado, 16 de noviembre de 2013

Supongo que todos necesitamos los huevos

Si supiera dibujar tu locura, 
el eco del viento, 
el aullido de un animal herido. 
Si supiera dibujar el sonido de tu risa, 
el aliento compartido antes del beso,
el rápido movimiento que hacen tus párpados cuando me miran, 
así, de esa manera tuya. 
Si supiera dibujar tu olor, 
y tu no saber estar callada...

Andaría perdido, desesperado,
sabiendo que he podido definir lo indefinible,
sabiendo que lo nuestro no es amor,
porque el amor no entiende de fronteras.
Porque el amor es un pájaro que vuela muy libre,
es un sentimiento valiente, 
que me hace fuerte a mí 
porque se refleja en tu mirada,
y da de lleno en mi corazón,
que es la caja negra que guarda el fuego,
la potencia de la vida, la pasión del momento.

Quien recuerda, tiene siempre presente
que la memoria va antes que la historia,
porque recordar es volver a pasar los hechos
por el órgano transformador de nuestra alma,
a la que en un intento de humana estupidez
colocamos a la izquierda de nuestro pecho.
Somos, al menos, coherentes con las convenciones,
porque contraviniendo a la razón, 
colocamos al revés lo que jamás debiera ir al derecho.
El impulso a tomar la decisión antes que la duda.
La capacidad de olvidar el dolor por un bien aún mayor.
El latido imparable que mueve mi conciencia,
que me separa del miedo al dolor,
que me une a esta causa, la de amarte a pesar de,
a pesar de...
a pesar de...
a pesar de...
a pesar de...
¿A pesar de qué?
A pesar del no.