Ahora me doy cuenta
de que son tus párpados
los que me hacen cerrar los ojos,
y eres tú misma la que, al respirar,
roba mi aliento a escondidas.
Quizás no entiendas
que tu misma existencia me hace daño,
que si al final del día
me sobran o faltan latidos,
es tu risa la responsable,
y que si algún día no me levanto
será porque tu cabeza habrá caído
como losa en mi pecho de eunuco.
Ahora bien,
no me importa.
Podría continuar...
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