martes, 24 de enero de 2012

Entre los dedos.

Permites que la vida se escape entre nuestros dedos
que ya no se entrelazan para no dejar caer el agua
de los planes con agujeros que inspiran inestabilidad.

Desconfiamos el uno del otro y ya no dormimos juntos,
todo pasó por el miedo a que el otro no estuviera al despertar,
el miedo a que el otro lo acabara nos llevó a terminar.

Ya no haces que el tiempo se pare cuando pasa a nuestro lado
y no te gusta que te abracen las agujas de mi antiguo reloj
que se quedará sin pila día tras día hasta que deje de funcionar.

Perdimos el Norte y no quisimos encontrar otro punto cardinal
mientras nos llenábamos de cardenales escalando árboles, escapando
de la realidad
que día a día nos quería encontrar.

Desde entonces nuestra vida es una sucesión de rumores sin fundamento,
secretos a voces de las voces que dábamos cuando el resto guardaba silencio,
el silencio de unos corderos que, un día cualquiera, se cansaron de dar miedo.

Y ahora me cuesta atravesar los espejos, porque veo mi alma reflejada y
estoy solo, en la oscuridad, sin compañía, sin luz...
Tú en un extremo de tu cama y yo, en el medio de la mía,
rompiendo versos como si fueran tiras de papel,
para que tú dejes de llorar y, por fin, te rías.

Permití que la vida se escapara ante mis incrédulos e infelices ojos
por miedo a intentar atraparlo y no lograrlo,
el resultado es más miedo a quedarme aquí, solo, atrapado, roto.

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