miércoles, 4 de julio de 2012

Destino: Lanzarote.

Pilotamos en la noche,
mares de oscuridad nos separan del mundo.
La tiniebla sempiterna.
Extensiones, leguas de sangre de Dioses y héroes
caídos en batallas que solo los ancianos cuentan.
Nada, sólo eso;
el rumor de la eternidad,
el sutil desliz de las aves más atrevidas,
un grito al vacío,
un aullido para recordar.
Un susurro trascendente y más fuerte que el tic-tac.

Un bebé llora agrietando el tiempo
pero aquí nada importa, nada es real.
En el mundo vacuo,
en los mundos de Morfeo,
en el entrañable ronquido del universo,
en esa huida en el tiempo,
en esta escapada a Ultramar.

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