viernes, 3 de agosto de 2012

Momentos de expiración.


Hoy soñé que en la calle flotaba un hermoso aroma color morado, cuya estela dejaba brillos a la luz de la luna y el sol que compiten por ostentar todo el poderío del celeste de la ciudad. Seguí la estela y me llevó a un muro donde estaba escrito "Te quiero, tan pequeño, en un mundo de deliciosa hipocresía y traiciones a flor de piel" y sentí la llamada de algo que me hizo coger el teléfono, marcar tu número y dejar el teléfono sonando con dudas y esto en el pensamiento "No quiero que lo coja, si no lo hace, nada habrá pasado" y no lo cogiste, pero tomé la decisión (la fallida decisión) de decirte que te quiero y que conseguiste lo que yo llevo una vida intentando lograr, cambiar el curso de las cosas. "Cambiar el mundo con un simple pestañeo", así es, con la terrible fuerza de un pestañeo en un momento determinado, en el tiempo exacto.
Aún recuerdo tu olor, tu calor... ese sabor a melocotón en tu boca y tu lengua, tan suave... para mí no hubo ningún beso parecido a ese.
Pues aquí me tienes, con el teléfono en la mano y tu número marcado, rememorando tus besos, caricias y abrazos, esos abrazos que ahora odio tanto y que en su tiempo me hicieron único.
"Tomar una decisión" eso es lo que mi padre solía decirme. "Has de tomar decisiones, eso es lo único que importa en la vida. Salgan bien  o salgan mal no has de arrepentirte si no había maldad en la intención; solo has de arrepentirte de no tomar decisiones." Si llamo habré tomado una decisión; si no llamo ¿habré tomado una decisión? ¿Tomo la decisión de no llamar o simplemente no llamo y no tomo ninguna decisión? De momento sigo mirando el teléfono y todo se mueve a mi alrededor a una velocidad de vértigo. Los coches con sus prisas, las personas, hablando, siempre con prisa también. Ya no queda calma en esta ciudad. Hasta el viento corre hoy con prisa, y las estaciones son más rápidas y parece que una atropella a la siguiente. Por ahora tomo la decisión de que mi corazón siga latiendo por ti, pero bajo el teléfono y me siento en aquel banco del parque que significó tanto para nosotros, pero ahí, de una manera extraña, me olvido de ti. Ahora recuerdo a otra, y ese aroma morado y brillante pasa a ser amarillo y a ir más rápido, y se escucha una risa de fondo y se adentra en la noche y se pierde entre los ruidos, el gentío y otros olores. Al final lo atravieso todo y descubro que estoy solo, y que esos aromas no eran más que fantasmas del pasado. Estoy solo. Solo y perdido aun sabiendo perfectamente que estoy acompañado y sé de sobra en qué lugar estoy, pero... ¿cuál es mi lugar? ¿qué posición debo ocupar? ¿me han creado para ser parte del rebaño? ¿oveja negra? ¿perro? ¿seré acaso el pastor? ¿viviré siendo el tigre? Me gustaría ser el tigre, y vivir en en el bosque de la noche ardiendo en luz, escribiendo tu nombre a zarpazos en los árboles en un idioma que sólo yo entendería. Pero lo haría con tal cuidado, que cuando pasaras, sentirías la necesidad de pasar tus delicadas manos por la corteza, sonreirías y sin saber por qué, una pequeña lágrima se deslizaría por tu rostro, también suave y empolvado que aún olería a lo que olía aquella tarde en el parque, a aquel aroma morado.
Al final, no estoy solo, porque uno nunca está solo si está en manada, y el único lugar que me corresponde es el que ocupo ahora, el de amigo, hijo, hermano, sobrino, nieto...
Al fin despierto, empapado en sudor y voy con mis amigos a subir una montaña atravesando el viejo bosque. Me detengo y una pluma, blanca, minúscula, desciende a cámara lenta a menos de un palmo de mi mirada cansada y llena de felicidad y dolor. Doy un paso y me paro frente a un arbol, mis amigos caminan y ríen, pero yo sigo parado, boquiabierto. Paso mis manos llenas de arañazos y picaduras, aunque suaves, por la vieja y húmeda corteza del árbol que ha visto transcurrir las eras de los hombres y las bestias. Cierro los ojos y siento como el corazón quiere latir con más fuerza, como algo revolotea en mis pulmones; se me eriza la piel. Siento que la naturaleza me quiere decir algo. Abro los ojos. Sonrío. Me voy. Desaparezco...
Desaparezc... Desaparez... Desapare... Desapar... Desapa... Desap... Desa... Des... De... D...

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