lunes, 7 de marzo de 2011

Ciudad testigo.

Me escondo, y en oscuros callejones,
escribo poemas con mi sangre.

Avergonzado, corro sin parar,
y la roja y líquida esencia perdura allí.

Sólo las paredes son tesigo de
lo que en este poeta se ha convertido.

Un Pervertido de la rima,
un prodigioso asesino del deseo.

Solo las calles de esta oscura ciudad
son capaces de sentir mi alma, frustrada,
furiosa consigo misma, acabada.

Pero es el momento de volver a nacer,
dejar atrás el pasado una nueva vez,
y beber de tus labios el jugo de la pasión.

Y al haber llegado a este nivel de rabia,
rompo sin temor mis cadenas que son recuerdos,
y me despojo de las lágrimas que llenaron como cataratas
charcos secos en mi corazón.

Ya no eres más que lineas escritas,
has pasado a ser un poema más en mi libreta,
estrofas que arden eternamente,
sueños que no salen de mi mente.

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