martes, 1 de mayo de 2012

Alegremente te odiaría.

Tristemente te quiero,
cuando pasan las olas,
casi sin saludar,
y te despeina el viento
de tan amargo "adiós".

Tristemente te quiero
cuando, en planos transversales,
los universos nos rozan al narrar
la historia de milenios de marcha atrás.

Tristemente te quiero
cuando no dejas pasar el tiempo.
Mi eterno invierno,
el frío me congeló.

Tristemente te quiero
porque en la eternidad de
mil soles ardiendo
tu sigues congelando mi aliento,
mi pequeña parcela de tiempo en tu tiempo,
la línea que separa el cosmos del bostezo,
la luna que me convierte en un lobo hambriento.

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