martes, 29 de mayo de 2012

En la oscuridad, rodeado de luz.

Cerré mis ojos solo por un momento
y el tiempo desapareció en la penumbra de la noche más cerrada,
sólo como lo hizo la tristeza,
sólo como lo hiciste tú.

En aquella cueva de penumbra apareció,
como por arte de magia,
un tigre encendido en luz
con un corazón en la boca.

De pronto, el caballo verde con cabeza de pato habló,
lo hizo en alemán, pero todo tuvo sentido:
Eins, zwei, drei, vier ...
(Uno, dos, tres, cuatro...)
Salté a la realidad y estaba solo, destrozado.
Cada puño, cada golpe recibido pesaba en el alma,
sólo como pesaba aquel adiós,
sólo como pesaba aquel saco lleno de lluvia de tristeza.

La calle era grande, yo creí que iba a morir,
pero allí estaba él, con esas gigantescas alas de bronce
que pesaban menos que el aire que respiraba,
menos que los golpes, menos que el adiós,
menos que tú y yo tirándonos por aquel acantilado,
esperando ser rescatados por cualquier ángel plateado...
Pero los ángeles no son plateados, son cobrizos
y esperan a la puerta de un bar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario