domingo, 18 de septiembre de 2011

Así se despertó algo nuevo. (reedited)

Aquí os dejo el inicio de mi libro en proyecto. Enjoy. (Como bien me dijo mi exnovia tras nuestra primera noche de sexo "Repetimos, pero esta vez más largo")


Pedro se despertó como un día más. No había apenas luz, lo único que alumbraba en cierta manera la habitación eran las finas líneas de luz artificial anaranjada producida por las farolas que atravesaban los huecos de las persianas, desde la misma ventana hasta toparse con cualquier cosa, todo impedía su paso. Se quedó unos minutos boca-arriba, sin hacer nada, los ojos abiertos como platos y la boca exhalante iban totalmente acorde con el sudor frío que recorría cada recoveco de su cuerpo a medio tapar por las sábanas que ya le habían robado una noche más, las mantas ya estaban en el suelo de nuevo. Se incorporó y se llevó las manos a la cara arrastrándolas hasta la nuca sin cambiar su expresión, tras eso dejó caer su cuerpo al vacío que suponía para él su cama en esos momentos. Miró el reloj, las 4:23, aún le quedaban horas y horas de sueño, así que decidió intentar dormir de nuevo, se puso de lado y dejó que el sueño fluyera.

"pi-pi, pi-pi"

Ese pitido no significó nada para Pedro que seguía reposando placenteramente en su cama sin recordar nada en absoluto de aquél i-don't-know-what nocturno. Entonces sintió una mano que iba hacia el despertador con una lentitud extrañamente agresiva, y en consecuencia, a un cuerpo desnudo que se apegaba al suyo sin ninguna clase de pudor. Un beso de buenos días en el cuello y un "A trabajar, Cariño" acompañado de lo que sin verlo, estaba seguro que era una sonrisa bonachona. Un gruñido perezoso seguido de un movimiento desperezador. Caminaba hacia la ducha como un zombie, desnudo y en calcetines hasta la ducha, mientras se rascaba un ojo que no le picaba, aunque tenía cierto impedimento para abrirlo en su totalidad. Esta forma de rascarse se diferencia de la normal, en que esta está acompañada de una mueca y que en vez de realizarse con los dedos, se realiza con el revés de la mano con el codo alzado a la altura de la cabeza. Entró en la ducha, agarró la alcachofa y apuntando hacia la esquina abrió el agua esperando a que se calentara. Era absurdo, porque siempre salía agua helada que le salpicaba entero, además encharcaba el suelo de la ducha y eso hacía que no pudiera librarse de ese suplicio, pero él seguía haciéndolo cada mañana exactamente igual. Empezó por el pelo, y mientras dejaba el champú reposar en su cabeza procedió a enjabonarse el resto del cuerpo. Se aclaró y con una toalla salió a vestirse. No tenía ninguna gana de ir ese día al trabajo. Mientras se vestía sentado en la cama, se le pasaba por la cabeza recostarse y dormirse un par de horas más, pero sabía que no podía hacer eso. Calcetines negros, aunque de distinto par, se sabía por el tamaño; Una camisa blanca, la corbata, la chaqueta, la bandolera y a desayunar. Fue hacia la cocina preparándose el iPod con una lista de canciones perfecta para subir el ánimo. En la cocina estaba Alicia, vestida con un albornoz blanco, sujetando una taza de café humeante. Estaba preciosa, todas las mañanas lo estaba, y se mantenía como un ángel el resto del día. Ella sonreía, Pedro fué hacia la cocina para tomarse un desayuno rápido, de la que pasaba le dio un pequeño beso de buenos días. Era ese beso que le debía de antes. Pedro estaba tenso por las prisas, no quería llegar tarde, pero siempre había tiempo para un abrazo lleno de calor y un beso de auténtico amor que concluía con sus caras a unos centímetros, frente contra frente, ojos entrecerrados y una sonrisa que agradecía estar pasando otro día más la mejor mañana de sus vidas. Se alejaron el uno del otro, Alicia se apoyó contra la encimera y Pedro le tocó la nariz diciendo "estás preciosa", agarró la chaqueta y así salió por la puerta. Se subió en la bici y condujo hasta el trabajo con esa lista de canciones que con tanto esmero se había hecho para ir un poco más contento a su trabajo. Pedro trabajaba en el ayuntamiento de la ciudad, era funcionario, su trabajo consistía en firmar papeles, archivar papeles, leer papeles, escribir papeles, reescribir papeles, pasar borradores a papeles. Le encantaba su trabajo, porque él no era como el resto de funcionarios, a él le encantaba leer cada papel con suma atención y aprender poco a poco como funcionaban las cosas por ahí arriba, por ese mundo que se regía por documentos. Había estudiado Derecho, y quería ser abogado de alguna empresa, o formar parte de un bufete cualquiera de la ciudad.

No se llevaba con nadie de la oficina, de vez en cuando quedaban tras el trabajo e iban a tomar café, pero nadie sabía nada a cerca de Pablo, de hecho, él estaba seguro de que había incluso gente que no sabía ni como se llamaba. Pero eso no le desagradaba, tenía grandes amigos fuera del trabajo, y no se llevaba mal con nadie allí. A su lado se sentaba María. María era inteligente, guapa, tenía unas gafas de los años 80 que resultaban muy llamativas. Solía ir de falda, le gustaba provocar sin la intención de ello. En frente se sentaba Carlos. Carlos era un tipo realmente... "especial". Hacía ruidos muy extraños al masticar, como si todo lo que se metiera en la boca pasara a ser crujiente por arte de magia.

Tacatacatacatacataca.


Eso sí que le resultaba molesto, el tacatá de los teclados. Ese molesto ruido que acechaba sus oidos 6 horas diarias, y tenía solución ¡Claro que la tenía! ¡Incluso varias! muchas de ellas fuera de cualquier margen moral e incluso algunas rozaban la ilegalidad. La más coherente era decirle al ayuntamiento que les compraran teclados nuevos. No era mucho pedir, no eran sillas más cómodas ni ordenadores más rápidos, solamente teclados más silenciosos. Tal era el odio que tenía Pedro por este ruido que llegó a traerse su propio teclado de casa, eso sí, desapareció a la semana misteriosamente.

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