martes, 6 de marzo de 2012

Hay que intentarlo (aunque duela).

Un niño vestido con un taparrabos
pinta a los animales de la selva que él creó
con oníricos anillos que formaron la
estela de los árboles que forman su bandera.

La naturaleza más real nacida de un sueño,
alimentada de aspiraciones apoyadas en nada.

La luz se descompone en colores y aparecen
luces y estrellas que siguen el camino del arco iris
que nadie sabe a dónde lleva.
El principio del tiempo o el final del café.

El incendio que nos envuelve a todos
ya no nos protege, ahora nos quema,
nos hace heridas, daño. Duelen las llamas.

El dolor invade tus sentidos,
acaba con tu razón,
hace estremecer tu médula espinal.
Los pensamientos se resienten,
el motor se ahoga de un humo que
tiende a la dispersión de si mismo.

El tiempo avanza inevitablemente,
separa las cosas, nunca las une,
pone a todo en su lugar,
todo está más lleno de cosas
y las cosas cada vez más alienadas.
Los trozos nunca volverán a ser jarrón,
ni los charcos aquella lluvia que nos enamoró.

Se extienden praderas de mares verdes,
preciosos, brillantes.
Praderas azules llenas de flores amarillas.
El sueño se viste de realidad y hace que
el dolor conjunte con el placer.

El bebé con el que soñaba se arranca la piel
y solo queda una coraza de oro que explota
y entonces renace el infante hecho hombre.

El libro que escribimos con cicatrices perdurará
en nuestras almas de color turquesa.
El dolor no es para siempre,
las fortalezas caen, pero aún las podemos defender.


2 comentarios:

  1. Hay una luz que nunca se apaga...

    Me encanta.

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    1. Muchas gracias! Aunque he de decir que leer "Hay una luz que nunca se apaga" me recuerda más a la espantosa versión de Mikel Erentxun antes que a los Smiths. Cosa mala la mía. Btw. Gracias por leer :)

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