martes, 6 de marzo de 2012

Viento cuando no te digo la verdad.

Si un rayo atravesara las estrellas
para formar barcos de vapor
que se disipan con la lluvia ácida
que crean los fantasmas alados
de la sociedad que se resiente.

Si los esclavos dejaran de arrastrar
cadenas de poliuterano que
se rompe con nuestro pestañear
y las doncellas se pintaran la cara
con la sangre de los caídos
los cuchillos caerían sobre los injustos.

Miras al cielo buscando respuestas,
yo miro buscando naves espaciales
que me saquen por fin de aquí.
De este lugar inmundo, inherte,
que ha perdido el Norte
que no lucha por encontrar otros puntos cardinales,
y no deja de apretar los cardenales
surgidos de caídas tontas en el parque.

Las letras se caen de los libros,
los números imponen su tiranía,
los signos de puntuación son neutrales,
se nos apaga la vida.

Por favor, cierra el alma cuando salgas.
Dices mientras peinas tus rubios cabellos
con el peine que le robaste al Rey.

Todo se deforma, aparecen colores nuevos,
maganterillo y lacisláfuli.
Las dimensiones se descongelan,
los átomos se disgregan.
Los neutrinos ya no corren.

El tiempo se para.
Ahora somos los encargados de avanzar,
de mover el mundo, de hacer girar al universo.

El tiempo se ha cansado,
el cielo se cae sobre nosotros,
nos atraviesan sus cristales
que se convierten en viento.

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